Cuento, Cadillac


 



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Quince poemas Adolfo Gustavo Bécquer








Cadillac


El Sr. Guiraldes sube a su Cadillac “El dorado” modelo 54, y acomoda su portafolio en el asiento trasero.
Abunda el espacio en este automóvil. A decir verdad todo es inmenso en él.
Se dirige a la ruta 66. Deberá viajar hasta California, para entregar un documento.

La Sra. Miguens, camina hasta su casa. Es viernes. Este es su último día de vida laboral.
Le han despedido sus compañeros en el salón principal de la empresa. Se siente halagada por tanto cariño y reconocimiento.
Le intriga que será de ella a partir de mañana. Enviudó hace 15 años.

Guiraldes maneja a buena velocidad de crucero, pero en su Cadillac se siente como si paseara a baja velocidad. Es primavera y el auto tiene plegada su capota.
Su pelo cano luce bien. Es apuesto. Su mujer perdió la vida en el hospital hace ya cuatro años.
Prometió que este sería en verdad su último trabajo. Se retiró de la actividad oficialmente tres años atrás, pero accedió de tanto en tanto a realizar algún trabajo para viejos camaradas.

Lady Miguens, pasa el sábado atendiendo su jardín. Se asombra por lo descuidado que estaba.
Le agrada la tarea. Como a las 16 hs. Toma una ducha y se sienta en el porche a tomar el té.
Siente una deliciosa calma. Y se pregunta si podría amar nuevamente a un hombre.

Mr. Guiraldes deja atrás el desierto, y entra en el estado de California. Se dirige hacia Burbank, un pequeño pueblo de casas bajas muy sencillo y bonito.

La Sra. Miguens, bebe un último sorbo de té, mientras observa cómo una ardilla trepa por la rama del ficus de su jardín.

Guiraldes dobla por Magnolia Street, y detiene su auto frente a la casa de Lady Miguens, pues allí vive su viejo camarada, a quien entregará el último trabajo de su vida.
Lady Miguens se complace por ver salir de un precioso convertible a un apuesto caballero, que le devuelve su sonrisa con un:

- Buenas tardes preciosa dama.

Ella se sonroja.
Media hora más tarde, la ardilla resbala de la rama a la que salta, y cae sobre la taza de Lady Miguens, haciendo volar todo por los aires, ensuciando a la señora con te y restos de mazas y haciéndola caer al jardín al grito de:

- ¡¡Socorrooo!!
Mr. Guiraldes que ya se retiraba y estaba a punto de subir nuevamente al auto, acude en su ayuda.

Luego de una hora de risas, trabajo, limpieza y agradable conversación, una fuerte tormenta se desata.
El techo convertible del Cadillac misteriosamente no accede a extenderse.
Ella le ofrece su amplio garaje para poner a resguardo el vehículo.
Luego de estacionarlo, Mr. Miguens le invita a cenar fuera para agradecerle.
Ella rechaza la invitación:

- Prefiero hacerle degustar mi especialidad. Cocino de maravillas cuando alguien me inspira.

Cuatro años más tarde, la ardilla traviesa vuelve al jardín como acostumbra pero hoy seguida de sus crías. No entiende porque luego de aquel desastre que ocasionara una tarde de primavera , es siempre tan bien recibida por la Sra. Miguens. 


En el garage, un apuesto Sr. de pelo cano, termina de lustrar un hermoso Cadillac .







Marcelo Arrizabalaga.


 





















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